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Michel Camilo & Tomatito. Diálogo en las alturas.

El encuentro entre Michel Camilo y Tomatito hace ahora veinte años supone el inicio de uno de los capítulos más estimulantes de la música popular contemporánea. El pianista dominicano –faro ineludible para navegantes del jazz latino– y el maestro almeriense –ninguno como él con la sonanta flamenca entre las manos– delimitaron un territorio expresivo único, abierto a la incorporación de lenguajes tan diversos como el tango, el bolero, la tradición brasilera, el score cinematográfico, la herencia manouche o la calentura caribeña.

Disfrutar en directo de su caudalosa creatividad supone un privilegio que el entusiasta público de la tercera jornada del Universal Music Festival ha sabido valorar, llenando el Teatro Real de Madrid y aprovechando cada minuto del concierto, cierre de la gira impulsada por “Spain Forever” (2016), álbum que remata la trilogía discográfica que completan “Spain” (2000) y “Spain Again” (2006).

Desde el primer momento –con la apasionada “Libertango”, original de Astor Piazzolla, abriendo los sentidos de par en par– se ha confirmado que asistíamos a una velada excepcional, de genuina musicalidad. La sutileza con que han interpretado “Our Spanish Love Song”, bellísima composición de Charlie Haden, jazzman norteamericano muy vinculado a la cultura española, ha contrastado con la energía desprendida por la volcánica “A mi niño José”, incluida en su primer álbum conjunto.

Siempre sonriente y didáctico, Camilo ha ido explicando el repertorio, salpimentando sus agradecidas intervenciones con breves anécdotas referentes a cada pieza. Y sobre la tarima hemos visto a un equipo creativo derrochando complicidad. Michel y el Tomate cruzan las miradas, se escuchan con atención, se esperan, se turnan en el acompañamiento y el solo, en lo rítmico y en lo melódico. Entablan una provechosa conversación musical capaz de dejarte sin aliento tanto por su fragilidad –magistrales las lecturas del tema de amor de la película “Cinema Paradiso”, de “Gnosienne #1” del compositor vanguardista Erik Satie y del “Oblivion” de Piazzolla– como por su fiereza: “La vacilona”, de Tomatito, y “La Fiesta”, del precursor de la fusión jazzística Chick Corea, arrancaron dos de las mayores ovaciones de una noche en la que aplaudimos sin descanso.

Antes de que arrancara el bis, alguien suplicó desde la platea que volvieran a empezar. Y no era para menos. Llevábamos casi dos horas de concierto, pero cuando median interpretaciones así siempre hay ganas de más. “About You” –otro prodigio de matices y contención por cortesía de Camilo– y la explosiva “Spain” –otra vez Chick Corea, con la que se despidieron– hicieron más largo e intenso el placer de escuchar a estos dos músicos descomunales.