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Tom Jones. ¡Yes, Sir!

Coetáneo de Beatles y Stones y coprotagonista de la British Invasion. Compadre de Elvis en Las Vegas. Estrella televisiva con show propio. Cantante de atractivo imperecedero. La vida artística de Sir Tom Jones es tan intensa como profundo su inconfundible barítono. Por eso esta actuación en el Universal Music Festival 2017 apetecía tanto. Es una estrella pop de carácter intergeneracional. Un icono cultural de calado global. Un fuera de serie con seis décadas de carrera a las espaldas. Un mito, vaya.

Recién cumplidos los 77, el caballero galés sigue dando la talla en escena y congregando a miles de fans por todo el mundo. Lo hace con elegancia, tiene el mojo vocal intacto y es un intérprete superlativo, capaz de abarcar un tupido ramillete de estilos. Sus últimos trabajos discográficos, todos ellos estupendos, apuntan en esa dirección –géneros añejos, canciones tradicionales, estándares pop– y obligan a hincar rodilla ante él.  Durante una hora y tres cuartos, ha cantado temas de John Lee Hooker, Susan Wenner, Randy Newman, Blind Willie Johnson, Leonard Cohen, Prince, Burt Bacharach, Billy Boy Arnold o Sister Rosetta Tharpe, entre otros. Excelente materia prima para una voz fuera de categoría.

El concierto ha empezado en clave blues con “Burning Hell”, ha seguido por las sendas del boogie sureño gracias a “Run On”, ha hecho parada en el country a la altura de “Didn’t It Rain” y se ha aventurado en la hondura del góspel con “Did Trouble Me”. La esperadísima “Sex Bomb” ha sonado casi a capela al principio para derivar en un brioso número swing. También ha homenajeado el crucial momento de transición entre el Rhythm and Blues y el Rock and Roll con “Take My Love”, antes de dar un golpe de efecto al llevar “Delilah” por caminos fronterizos. A partir de aquí, el show no ha dejado de crecer. “Soul of a Man” y “Tower of Song” han sido dos de los picos de intensidad de la noche, pese a su naturaleza recogida e intimista.

Durante el tramo final, turno para hits propios de los sesenta como “What’s New Pussycat?” y una “It’s Not Unusual” sorprendentemente arreglada para la ocasión. A continuación, con la garganta en llamas, ha despachado “You Can Leave Your Hat On” –de espíritu soul– e “If I Only Knew”, bacanal disco-funk.

En el bis, parte del público ha ocupado el proscenio para sentirse más cerca de su ídolo, que ha vaciado el cargador con “Kiss” y “Strange Things Happening Everyday”. Se ha tomado tiempo para despedirse, presentando a su eficiente banda –con abrazo al batería y director musical Gary Wallis incluido–, alabando la belleza del Teatro Real de Madrid y deseando suerte a una audiencia sonriente y satisfecha. Ha estado superior.