Paco de Lucía pone el broche de oro con `Infinito´ al Universal Music Festival
Paco de Lucía abrió las puertas del Teatro Real para el flamenco en febrero de 1975. Cuando protagonizó aquella cita histórica –que destaca entre los innumerables hitos que jalonaron su impresionante camino artístico– todavía no había llegado a la treintena, pero ya era el principal embajador del género en todo el planeta. Casi medio siglo después, como broche a la sexta edición de Universal Music Festival, el coliseo operístico madrileño volvió a rendirse a su música con un homenaje en el que participaron compañeros de viaje, alumnos y continuadores de su imprescindible legado. Un colofón sensacional, muy emotivo, para este ciclo de conciertos que año a año se consolida como la experiencia musical de Madrid.
El espectáculo contó con una generosa nómina de invitados y abarcó todas las disciplinas flamencas para recorrer la vida y obra del maestro algecireño, fallecido en 2014. Y reflejó el espíritu desprejuiciado de un músico siempre dispuesto a establecer diálogos con otros géneros, como el jazz, la Música Popular Brasileña o la música clásica. Fue un show generoso en contenido y recorrido, una producción compleja salpimentada por visuales que ayudaron a contextualizar lo que iba sucediendo en escena.
Y lo que sucedió fue memorable. El demoledor inicio del cuadro flamenco, por bulerías, comandado por el zapateo de Farru, puso en situación a la audiencia, que luego pudo disfrutar con la hondísima voz de Mariza, que se aventuró junto a Josemi Carmona en el territorio del fado. Luego Carmona –corresponsable de otra conmoción importante en el universo flamenco en los tiempos de Ketama– se quedó a solas en escena y, al igual que Antoñito en su turno, ratificó con sus falsetas el alcance que la obra de Paco sigue teniendo entre los guitarristas flamencos.
Después el vídeo nos recordó lo crucial de su alianza artística con Camarón y apareció en escena Miguel Poveda, con ese cante torrencial que encoge hasta el más duro de los corazones. Y con el baile de Farruquito pasa lo mismo, su expresión es arcana y telúrica, por eso impresionó tanto en su turno. John McLaughlin y Al Di Meola, cómplices de Paco en la hibridación entre flamenco y jazz, recordaron aquel histórico álbum “Friday Night In San Francisco” e interpretaron junto a Antonio Sánchez una fantástica versión de “Mediterranean Sundance” que, pese a su naturaleza acústica, electrizó a todos los asistentes. Como Sara Baras, que dio un recital de plasticidad, dominio del compás y del silencio, con una coreografía que puso en pie a la platea. También pudimos disfrutar recordando “Zyryab”, otro disco clave, del que escuchamos la preciosa “Canción de amor” en un formato especial, con Joan Albert Amargós dirigiendo un trío de cuerda al que se sumó la armónica de Antonio Serrano. Y por supuesto no faltó la participación del mítico supergrupo que le acompañó durante años, esa banda de ensueño formada por Rubem Dantas –responsable de la introducción del cajón en el universo flamenco–, Tino DiGeraldo, Jorge Pardo, Carles Benavent y Pepe de Lucía, interpretando “Solo quiero caminar” y “Como el agua”. Luego se les sumaron parte de los músicos que formaron en su última banda: difícil congregar más virtuosismo en un escenario.
El tramo final del concierto convocó al bailaor Joaquín Grilo, a Niña Pastori interpretando la copla “Te he de querer mientras viva” y, finalmente, a todos los participantes reunidos en un fin de fiesta en torno al compás rumbero de “Entre dos aguas”, con la sonanta –no podía ser de otra forma– ocupando el centro del escenario.