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Iggy Pop imparte una lección de músculo rockero en Universal Music Festival

Universal Music Festival se distingue, entre otras cosas, porque propicia encuentros muy especiales. La cita con Iggy Pop –uno de los principales precursores del punk– en el santuario operístico de Madrid – el Teatro Real a tope de aforo una noche más– pertenecía sin duda a esta categoría. Y huelga decir que no defraudó en absoluto.

Impresiona ver a Iggy Pop sobre el escenario. El cantante y compositor estadounidense ya tiene 75 años pero cualquiera lo diría. Más allá de su envidiable estado de forma, cabe subrayar la actitud con que afronta las actuaciones. Ferocidad, entrega, ningún remilgo frente al micrófono y pura vocación de entertainer, manejando además un repertorio amplísimo que valida de inmediato cualquiera de los atributos con que se suele calificar a su obra: pionera, influyente, esencial y –esto es lo más difícil del asunto– todavía vigente.

Iggy comparece bien respaldado por una banda con peso específico y contundencia que también sabe mucho de matices. De no ser así, costaría efectuar el tremendo recorrido por una trayectoria que abarca más de medio siglo y en la que hay espacio para todo. Desde las explosiones de proto-punk garagero de The Stooges –el grupo que lideró entre finales de los sesenta y mediados de los setenta– hasta el rock duro, pasando por la sofisticada new wave de su etapa berlinesa a la vera de David Bowie e incluso por las incursiones en el pop de autor reflexivo –en ocasiones de espíritu jazzístico– que ha realizado en algunos de sus últimos trabajos en estudio.

Precedido por una eclesiástica intro instrumental, el concierto no tardó en adquirir acento pagano gracias a la abrasión guitarrera de “Five Foot One”, que levantó al público de sus asientos y puso sobre aviso: habíamos venido a una ceremonia de rock’n’roll. Sin medias tintas. “Loves Missing” suavizó momentáneamente el tempo, pero no la intensidad, y cuando empezó a sonar “TV Eye” –la tercera canción del lote– el público abandonó sus butacas para acompañar a la bestia parda de Michigan junto al escenario.

Después de tomar aire con “Endless Sea”, despachó una tanda de hits que enloqueció al personal –la terna formada por “Lust for Life”, “The Passenger” y una brutal “Death Trip”– y concluyó con Iggy ya descamisado y en total conexión con los asistentes. Nos dio nuevo respiro vía “James Bond”, otra de sus canciones más recientes, y luego abordó el funk deforme de “Sister Midnight”. En ambos casos la breve sección de metales que lo acompaña en esta gira –trompeta y trombón– tuvo oportunidad de lucirse. Lejos de aflojar, dio paso a ”Gimme Danger”, a una sentida interpretación de la bipolar “I’m Sick of You” –sentado en uno de los monitores al borde del escenario– y a la siempre salvaje “I Wanna Be Your Dog”, que cerró el concierto y nos preparó para un bis en el que la reivindicación de The Stooges fue plena: “Down On the Street”, el encuentro entre punk y free-jazz de “Fun House” –con los metales invocando el espíritu del difunto saxofonista Steven Mackay, compinche del grupo de Detroit– y “Search and Destroy” haciendo honor a su título, sumergiéndonos en curativas aguas de ruido y furia, en completa comunión con una audiencia que difícilmente olvidará esta noche.