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Rufus Wainwright levanta el telón del Universal Music Festival con un concierto exquisito

La relación entre Universal Music Festival y Rufus Wainwright viene de lejos y sigue desarrollándose con el cariño propio de las viejas amistades. El músico de origen canadiense actuó en la edición de 2016 y el año pasado materializó aquí el estreno europeo de su ópera “Hadrian”. Que haya sido el encargado de inaugurar la séptima edición del festival añade valor simbólico a una velada que, además, nos ha permitido comprobar su ductilidad artística, desplegando un espectáculo muy variado que orbita en torno a su álbum más reciente, el plácido “Folkocracy”, que publicó a principios de junio.

Antes de que Wainwright y su troupe comparecieran sobre la tarima del Teatro Real lo hizo otra conocida del ciclo, Núria Graham, sumando enteros de excepcionalidad a esta noche de apertura, ya que la figura del artista invitado no es habitual en los programas del Universal Music Festival. Tuvimos la suerte de verla en la edición de 2018 gracias a las Tardes Acústicas y ahora hemos podido comprobar el alcance de su crecimiento expresivo. La cantautora de Vic defendió una porción de su repertorio frente al piano o con la guitarra acústica. Su dominio de intensidades y tempo, así como el embrujo de una voz de verdad característica, convirtieron los treinta minutos de su delicioso turno en oportunidad para sumarse a la creciente nómina de fans o para reafirmar una devoción que, en este caso, es más que merecida.

Vestido con una túnica negra tachonada de estrellas, como el resto del solvente sexteto que lo respalda, Rufus Wainwright escribió las primeras líneas del Universal Music Festival 2023 rindiendo merecida pleitesía a una santa patrona del folk anglosajón, Peggy Seeger, de quien escogió la preciosa “Heading for Home”. Después cambio radicalmente de tercio recurriendo a la tradición hawaiana vía “Kaulana Nā Pua” y cantó a dúo con su hermana Lucy –siempre brillante a los coros– una conmovedora versión de “Down in the Willow Garden“.

También escuchamos joyas de cosecha propia como “Kathleen”, disfrutamos de incursiones en el feraz territorio musical transalpino con “E poi…” –de la divina Mina– o en el universo country gracias al dúo que coprotagonizó la también violinista Petra Haden en “Islands in the Stream”, hit que los Bee Gees escribieron para Dolly Parton y Kenny Rogers. Por supuesto hizo patria con “Harvest”, de Neil Young, y quiso recordar su faceta operística con el aria “He Loved”. Tiró de acústica y reservó el piano para “Going to a Town” –entre los episodios más emocionantes y viscerales de su discografía– y para presentar una composición nueva titulada “Old Song”.

La amplitud de perspectivas con que aborda su reinterpretación de músicas populares –hasta hubo espacio para Moondog y su “High on a Rocky Ledge”–, la generosa tesitura vocal que recorre durante el concierto y la simpatía que desprende cuando se dirige al público –algo que hace muy a menudo– son armas infalibles en su incruenta y gozosa maniobra de conquista escénica, sellada en esta primera cita del festival con una de esas ovaciones finales que saben a triunfo, tras la interpretación casi a capela –solo banjo y piano; micros fuera– de la tradicional “Wild Mountain Thyme”. El entusiasmo en la platea, todo el mundo aplaudiendo en pie, le llevó de nuevo frente al teclado para tocar “The Art Teacher” antes de despedirse.