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Sting: derroche de clase en el primer concierto de Universal Music Festival

Sting está que se sale. A sus 65 años, no sólo conserva un envidiable estado de forma física, sino que sigue ensanchando un cancionero inmortal, que empezó a gestarse hace cuatro décadas en plena explosión del punk y sigue ofreciendo energía, inquietud creativa, intuición melódica e himnos de corte pop, como la mayoría de los recogidos en “57th & 9th” su nuevo álbum.

El británico, encargado de abrir la tercera edición de Universal Music Festival, que se celebrará durante todo el mes de julio en el Teatro Real de Madrid, ha ofrecido un concierto superior, recorriendo durante casi un par de horas un repertorio de verdad extraordinario.

“Heading South on the Great North Road”, bella pieza acústica incluida en su nuevo disco, fue la canción escogida por el maestro de Wallsend para levantar el telón del ciclo. “Synchronicity II” y “Spirits In the Material World”, ambas de The Police, el grupo que Sting lideró antes de establecerse por su cuenta, subieron de inmediato la temperatura de la platea y nos permitieron comprobar de primera mano la asombrosa calidad de la banda que le flanquea en esta gira. Un conjunto de músicos excepcionales entre los que se encuentra Joe –su hijo, quien se encarga de los coros– y en el que destacan el batería Josh Freese y el guitarrista Dominic Miller, quienes asumen con muchísima solvencia el exigente papel que se les otorga.

Aferrado a su sempiterno y descascarillado bajo, Sting condujo al público que llenó el Real a sucesivos estados de éxtasis. La intro de profundo aire jamaicano de “Englishman In New York” produjo el primer estallido de júbilo entre el respetable que llenaba el Real. La elección de temas –buen equilibrio entre composiciones nuevas como “I Can’t Stop Thinking About You” o “One Fine Day”, clásicos de The Police y hits de cosecha propia– confirmó lo mucho que el caballero inglés confía en sus nuevas partituras y lo hábil que es conjugando las múltiples facetas de su colección. No cae en los tentadores brazos de la nostalgia pero tampoco escamotea al entregado público ninguna de las canciones –sonaron “So Lonely”, “Fields of Gold”, “Shape of My Heart”, “Every Breath You Take”, por supuesto– que le han traído hasta aquí.

Durante el concierto, que no ha bajado de intensidad en ningún momento, ha habido espacio para la sorpresa. El arranque de cariz texano de “She’s Too Good For Me”, la inserción de “Ain’t No Sunshine” –original del Bill Withers– durante la interpretación de “Roxanne”, la versión de “Ashes to Ashes” (David Bowie) con Joe Sumner acaparando todo el protagonismo o el zarpazo hard-rock de “Petro Head” han añadido colorido, dinamismo y peso específico a una actuación para el recuerdo, que concluía tal como empezó, con guitarra de palo y en clave íntima vía “Fragile”, uno de sus temas más delicados y populares. De vuelta a casa, nos sentimos como el protagonista de “Walking On The Moon”: flotando sobre el suelo.