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Zucchero. Desbordante e inolvidable

Trayectorias como la de Zucchero hay pocas. En su hoja de servicios encontramos varios álbumes superventas, giras multitudinarias y colaboraciones con estrellas de toda condición, como Bono, Pavarotti, Sting, Miles Davis, Ray Charles, Peter Gabriel o Stevie Ray Vaughan. En Italia se le venera como lo que es: uno de sus principales embajadores culturales. Su presencia en la quinta jornada del Universal Music Festival 2017 así lo confirma.

En activo desde hace cuatro décadas, el caballero Fornaciari gira en estos días por tierras europeas presentando “Black Cat”, álbum de querencia blues-rock producido por el especialista T Bone Burnett y publicado hace poco más de un año. Dicho trabajo no es mera excusa para montar un tour en el que revivir éxitos de antaño. La apuesta de Zucchero por las nuevas canciones es firme y se concentra en el primer tercio del concierto. “13 buoni ragioni”, “Ci si arrende”, “Ten More Days” –original de Avicii, la estrella sueca de música electrónica– o “L’anno dell’amore” –sensacional muestrario de southern-soul-rock aderezado con eficaces metales– ratifican la extraordinaria forma que atraviesa el rockero transalpino.

El despliegue escénico, con 12 músicos bajo los focos, es tan sólido e impactante que genera asombro. También por su inequívoco colorido, su inusual mixtura de géneros –la cuarta parte de la banda es femenina– y su vocación internacionalista. Zucchero dirige esta poderosa orquesta eléctrica con distinción, siempre emocionante frente al micro, cediendo el protagonismo a sus músicos cuando procede.

Tras presentar su álbum más reciente, empezó a despachar hits más antiguos. Y la parroquia siguió respondiendo como debía, tanto a los estímulos ineludibles –“Baila (Sexy Thing)” o la frenética “L’urlo”– como a los temas de mayor recogimiento: “Never Is A Moment” quedó preciosa con esos detalles de lap-steel y piano. A la altura de “Miserere”, con la imagen y la voz de Luciano Pavarotti de nuevo en el Teatro Real de Madrid, resultó imposible no sentir un estremecimiento.

Cuesta encontrar bandas como la que le acompaña, con músicos insignes como Brian Auger, Kat Dyson, Adriano Molinari o Doug Pettibone. Poder escucharla a pleno rendimiento interpretando “Freedom Jazz Dance” –pieza del saxofonista estadounidense de jazz Eddie Harris– mientras el líder se da un pequeño respiro, supone un verdadero lujo. Y la fluidez con que llevaron a su terreno el hit dance “Wake Me Up” –de nuevo Avicii– también impresiona.

El final del concierto fue tan intenso como el resto de la velada. Sonaron más hits, como “Diamante” o la pletórica “Diavolo In Me”. Y hubo que recurrir a los bises para aplacar la voracidad de un público que pedía más y más. Una sentida adaptación de “Long As I Can See the Light”, de Creedence Clearwater Revival„ y la emblemática “Senza una donna” remataron una noche de verdad especial. De las que se recuerdan siempre.